Tipos de Clientes y cómo lidiar con ellos
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El lamentable.
Es el típico cliente que
apenas comienza a hablar con nosotros, comienza a tomárselo como una sesión de
psicología donde nos cuenta todos los dramas que suceden en su vida (y los
exagera). Es un tipo de cliente, que en sí utiliza siempre la lástima para
tratar de dominarnos.
Una cosa es un cliente que
tenga un problema y otro uno que utiliza la lástima y nuestra inocencia a su favor.
Lo importante es no caer en la trampa.
Tienen frases típicas como:
“Por favor no me hagas esto” o también “Yo sé que usted es una buena persona”.
¿Cómo lidiar con él?
En primer lugar hacerles
entender que no se trata de algo que nosotros imponemos sino que más de lo que
hacemos no podríamos hacer porque estaríamos pasando los límites de nuestro
trabajo.
También debemos cooperar con
ellos y aparte de escucharlos, mostrarles las posibilidades que ÉL podría tomar
(No dejar nunca que nos empuje a hacerlo nosotros si él tiene opciones).
Finalmente, podemos
derivarlo a un superior que atienda su reclamo.
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El amiguero.
No es que este sea un
cliente complicado porque tiene algo que hace que nos ponga en riesgo, pero sí
tiene algo que es muy difícil de manejar. Toma tanta, pero tanta confianza con
nosotros que se siente un amigo de toda la vida.
Usualmente con este cliente,
una pregunta se convierte en una charla de café y un “buenos días” en
incontables minutos en que no sabemos cómo explicarle que necesitamos seguir
trabajando.
También este cliente se toma
algunas atribuciones, como saltarse a otras personas o inclusive meterse en
nuestro espacio de trabajo, como si fuese nuestra sombra.
¿Cómo lidiar con él?
El mejor consejo es nunca
dejar que se vaya por las ramas al momento de hablar y tratar siempre nosotros
de volver la conversación a su cauce inicial.
También es bueno que
reiteradas veces marquemos una limitación temporal como por ejemplo:
“Disculpeme Sr. pero en unos 5 minutos debo ir a presentar un informe a mi
jefe”. Sonará a excusa, pero realmente este cliente puede excederse sin darse
cuenta.
Por último, nunca tratarlos
mal, al contrario, hay que tratarlo bien pero haciéndole entender sus límites.
Una cosa es una relación con el cliente y otra es volverlo nuestro mejor amigo.
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El laguna mental
Llega un momento en el que
estamos atendiendo, vemos la cara de este cliente y nos damos cuenta que algo
sucedió. Su rostro se transformó totalmente, como si de un zombie se tratase.
Lo hemos perdido.
Este tipo de cliente, suele
tener un problema muy grande. Por una cuestión de vergüenza, no dice en algún
momento que no entiende algo. Inclusive puede irse sin haber entendido
absolutamente nada o preguntarnos 50 veces lo mismo.
Hay que comprender que
muchas veces hay personas que no tienen buena capacidad de atención y si
nosotros no cambiamos nuestra estrategia, perderemos mucho tiempo volviendo al
inicio
¿Cómo lidiar con él?
En primer lugar debemos
facilitarle algo para que anote o bien anotarlo mientras le vamos explicando.
Aunque es aconsejable el primer punto.
También es importante que
cada cierto tiempo hagamos una pausa y preguntemos: ¿Qué dudas tiene hasta
aquí? Si le pregunta si tiene alguna duda de forma genérica, por vergüenza va a
decir que no.
Finalmente es bueno que
nosotros también le demos algún tipo de material de soporte para que se lleve y
de esta forma solicitarle que lo vea bien, tome una decisión y si tiene alguna
duda que nos llame.
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El enojón
Muchas personas tienen la
percepción que el personal de atención al cliente está allí para que
descarguemos toda nuestra furia y frustraciones con ellos. Por más que queramos
evitarlos, hay gente así.
Estas personas suelen venir
de forma bastante agresiva inclusive sin importarles si realmente lo vamos a
poder ayudar o no.
¿Cómo lidiar con él?
El consejo más importante es
nunca perder la calma ni dejar de sonreír. Esta persona disfruta viendo que nos
pone mal o que nos está intimidando.
En segundo lugar, siempre es
bueno tener una serie de respuestas para los problemas más comunes, dado que
seguramente viene con ese tipo de problema e indicarle cómo podría el mismo
manejarlo.
También es importante que
hagamos varias preguntas para que esa persona libere toda su energía explicando
lo que sucedió.
Finalmente si las cosas no
funcionan, siempre podemos derivarlo a un superior que maneja su caso (Va a
sentirse especial)… o llamar urgentemente al guardia de seguridad.
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El sabelotodo
El sabelotodo es un tipo de
cliente que se acerca a nosotros solamente para mostrarnos que es tan
inteligente que cualquier respuesta que le demos a su problema.
Inclusive existen casos de
clientes sabelotodos que solo buscan ser atendidos para demostrar que saben más
que nosotros y se van sin hacer nada más.
Lo complicado del sabelotodo
es que si realmente sabe más que nosotros, terminará haciendo un gran problema
y hasta exigirá hablar con algún superior para mostrar su indignación.
¿Cómo lidiar con él?
Muy simple, debemos conocer
todo sobre nuestro producto a tal punto que nadie pueda ganarnos. Este es el
mejor consejo para este cliente.
También es bueno dejar que
se explaye, que nos cuente todo lo que sucedió e hizo y luego comenzar con una
técnica de preguntas. Si dejamos que primero hable, posiblemente detectemos que
sucedió o que le falto hacer. Finalmente lo mejor para este cliente es
demostrarle desde un inicio que nosotros realmente sabemos más que el (y
debería ser así) para bajar un poco sus barreras y dejar que se convierta en un
diálogo constructivo en lugar de un monólogo de su parte.
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El flojo
Este cliente en verdad no es
que sea problemático, pero su flojera nos lleva a perder tiempo, explicar 100
veces lo mismo o inclusive que nos termine pidiendo que hagamos algo por él.
El problema del flojo, es
que es un cliente que quiere todo pre digerido, todo listo para hacer el menor
movimiento posible y explicado de forma tan sencilla que no tenga que pensarlo
mucho.
La ventaja de este tipo de
clientes es que nos dejan llevarlo de la mano por donde queramos, siempre y
cuando ganemos su confianza y le demostremos que realmente la propuesta o
solución que le estamos ofreciendo, es la que implica el menor esfuerzo.
¿Cómo lidiar con él?
Es muy importante que
aprendamos a comunicarnos con una simpleza que permita que este tipo de
clientes realmente entienda. Así que deberemos aprender a decir lo mismo, pero
de otra forma.
También es importante que
tengamos el poder de decidir ante esta persona y argumentar en base a la
comodidad que le generaremos. Hacer muchas preguntas o dar muchas opciones para
él es sinónimo de agotamiento, así que tratemos de esquivar esto.
Finalmente, deberemos hacer
algunas “tareas extras” por fuera de nuestras funciones de ser necesarios para
ganarnos su aprecio. Porque si realmente colaboramos con él, lo tenemos seguro
para toda la vida, ya que un a un flojo, le da flojera ir a buscar a la
competencia.
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El negociador.
Uno de los clientes más
complicados y muchas veces exigentes. Nada más ni nada menos que “El
negociador”.
Lo complicado de este
cliente es que al comenzar, durante y al finalizar una charla, algo buscará
negociar. Puede que se trate de una devolución, puede que se trate de un
descuento, puede que trate de un regalito o hasta de ese lapicero gastado que
tenemos en el escritorio.
El negociador es un tipo de
cliente que necesita obtener algo, aunque sea un centavo de ganancia para
sentirse satisfecho. El simple hecho de saber que obtuvo “un poquito más” que
el resto de los mortales, le produce placer.
¿Cómo lidiar con él?
Siempre tenemos que tener
ciertos argumentos que permitan explicar que no podemos darle lo que pide, pero
a su vez darle otras opciones que si podamos. Salvo que realmente tenga la
razón, la idea es que como un buen negociante, quiere obtener algo, pero en sí
a muchos no les interesa el “qué” sino el simple hecho de lograrlo.
También debemos explicar que
no es nuestro trabajo negociar con el cliente sino más bien atenderlo y que en
tal caso bien puede comunicarse con el encargado de la empresa o un superior
para ver su caso en particular.
El mejor consejo, siempre
tenga algo para calmar sus ansias, ni tan simple como un frasco para que tome
un caramelo, ni tan grande como realmente darle lo que quiere. Con él, debemos
buscar el equilibrillo.
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